lunes, 3 de marzo de 2014

Vos




     Abrir la puerta, salir al patio, buscar el Sol. Descalzarse, conectar, pisar sin barreras,  sentir. Pensar un poco, relajar. La música, el calor, los sonidos. La intermitencia de tu lejanía, la constancia de tu presencia. El silencio por un instante, tu figura. El correr por el patio, mirarte de lejos, reír con ustedes.  Tu andar, tu gracia, el Sol, saber. Sonreír, agachar la cabeza, la complicidad, dejarse llevar. Verte bailar con la luz, tu coqueteo con el aire. Tu cercanía, la fuerza de tu imagen, tu sonrisa, tus ojos, un fantasma. El contento, el viento, un mate. Sentarse en el pasto, pasar el tiempo. Lo plano, los límites, los rincones. Ponerse de pie, bailar entre risas, tus ojos, el mareo. El movimiento, el Mundo, el Caos. El origen, la probabilidad, la causalidad. Tumbarse de espaldas, mirar las nubes, los ruidos. Los duendes, las brujas, el arcoíris. La Fe, las costumbres, tus formas. El miedo, la paranoia, tu mano. El negro, el blanco, el azul, el violeta. La luz, la sombra, evolución, transmutación. Cerrar los ojos, contarte algo.  La conexión, decirte algo lindo, tu risa. Los ojos cerrados, los oídos en vela, la caricia de tu voz. La risa, las bromas, los juegos. El aire, el viento, las nubes. Las locuras, la bifurcación, lo que habrá después, los desvaríos. Los cambios, los pasajes, la inercia. La tranquilidad, la paz. Los deseos, la lámpara, el genio. Tu voz en el teléfono, el relato, un zoológico. Dejarte saber, que te rías conmigo, reírnos de nosotros. La brisa, el fresco de la tarde, las horas. Dejar registro, que lo leas, que te guste. La abstracción, el regreso, tu espacio. Las ganas, los puentes, el Mundo. Una estrella, los pájaros, los nervios. Los nudos, y lo inagotable de tu esencia.

jueves, 7 de noviembre de 2013

La Guerra Fría



   Esto de la Guerra Fría y los mantos de tristeza. La piedad para los ilusos, el fogoneo de las masas. Hacer de todo un ismo y gritarlo a los cuatro vientos. Volver, ver, encontrar, encontrarnos. Esconder un poco y que sea obvio. Decir y que te digan, creer o no creer, reventar. Ponerse el overol y agarrar la pala. Descolgar la correa, ponérsela al cuello a un par de datos y sacarlos a pasear como si fueran cuerdas que vengan a mover tal o cual voluntad atada a algún extremo. Fragilidad de facilidades, castillos de naipes.
   Realidades a mano que no son lo que eran, libre albedrío a oposición de chatos destinos. Ofrecer el bacanal, aceptar, regodearse en la propia suerte. Gustar del dulce y encarar la lata, echar mano al veneno, darse un atracón. Masticar con la boca abierta y, cuando todos se dan cuenta, apurar una pirueta en el afán por disimular que termina con la bandeja en el piso (a la vista de todos), tan bien que estaba escondida en el rincón. Seguir pavoneando así a ultranza, pasados todos los veredictos, haciendo oídos sordos a todo dictamen. No acatar implícitos, renegar de explícitos. Vomitar todo el ruido y que sea pato o gallareta, pero siempre con el mejor de los cálculos. Ahora sí, pues, medir la acrobacia y saltar (la suerte del principiante no puede fallar).
   Alguna vez se dijo, alguna vez lo escuchamos. Alguna vez se dijo y creímos lo que quisimos porque era necesario, porque nos era necesario. Que sea todo un juego y, así, todo una apuesta. Que sea una realidad tangible y todo una inversión. El futuro llegó hace rato, pero el pasado no se da en retirada. Salir a pelear, encontrar las cosas divinas, defender el lugar. Ser o no ser, cambiar el juego, mutar. Tirar un Rey, levantar un cuatro, mirar para otro lado sin perder pisada. Poner los ojos en el mazo, estirar la mano, levantar un comodín. Esperar una vuelta más, poner cara de poker esperando un mejor horizonte.
   Y mientras tanto la vanidad por pecado, decadencia de las almas alimento de Luzbel. Las cuentas a entretener, las deudas, la paz. Las diabluras, los monaguillos, y los tridentes. La carne muerta y lo angosto de la calle.

jueves, 17 de octubre de 2013

Y quizá no se pueda explicar...

   
    Y quizá no se pueda explicar, pero hay a quienes le sale muy bien. Fuiste a buscar por los palos y no hubo fija. Las revistas decían, pero hay quienes no las leen. Subiste la torre de Babilonia, pero la ciudad ya había caído, y  no encontraste por dónde entrar. Te pusieron línea de tres, pero aunque te dejaban llegar no pudiste definir. Entonces la desazón creció. Empezaste a tomar la cerveza caliente, los mates fríos, caminaste con los tamangos rotos, manejaste sin que te dijeran a dónde. Te habías enganchado de un cable que te habrían de cortar. Te dieron una mano, te dieron de comer, y cuando la quisiste morder el roto de su ombligo te dio la espalda. Ahí te quisiste colgar y la cuerda fue una bala. El ejercicio del amor hace bien, pero vos no te sabés medir y terminaste por esguinzarte el cuore, que es siempre lo más caro.
    Aún así seguiste. Te quisiste surtir por donde siempre, pero se paró en el medio; todos se paran en el medio. Medio así y medio asá, y, así y todo, no te dio nada. Y el árbol siguió ahí y el bosque no se movía. Volviste a ser el Mago pero te faltaba el Hada, y no te quedó camino de migas de pan por seguir. Fantasmas que vuelan, siempre bailes que se bailan, pero las Famas no dan tregua, y no hay más que bailar Catala. No hubo con qué darle y seguiste siendo ese Cronopio, siempre pintando golondrinas en caparazones de tortugas rengas que se escapan.
    Hombre Sensible, fuiste estatua de mármol. El misterio ya no era y el cuento que  vos contás no tiene sentido al final de cuentas. Esto es así o no lo es para nada, y eso que te dice no tiene arreglo. Gracias por todo y te espero en la lechería. Si esos sentimientos se viven así te sale bastante bien, de algún lado lo debés haber sacado, no lo sabés. Tampoco te importa, es casi lo único que sabés hacer además de caminar y respirar pa’ no caer redondo. Seguirás intentando. Y que no te pongas a gritar, no sea cosa que haya una carta, no sea cosa que ésto salpique y termine por mancharle los vestidos. Un sentimiento es siempre otra cosa, nosotros lo sabemos. Es una mierda, es la mejor mierda, pero todavía es nuestra.

jueves, 28 de junio de 2012

Norte


   Se ha perdido el Norte totalmente. Las prioridades fuera de foco, y lo que importa cada vez más carente de sentido y sin corazón. Les han hecho creer que lo que se ve es lo que hay que tener, y si uno no lo tiene o no lo consume, no pertenece. No pertenecer será entonces estar excluido del Mundo y, por ende, vivir mal. La vida pasa por otro lado. Quien no lo entienda nunca tendrá suficiente y, lo que es más, tendrá la impresión de tener cada vez menos y de que todo es una mera injusticia. Será entonces la hora de despotricar a diestra y siniestra contra todas las deidades y de maldecir a los cuatro vientos por tener a tal o cual Capitán al mando del timón de un Barco que, llegada la ocasión, habrán de negar con toda firmeza. Felices estarán y sonreirán todo el tiempo, y se harán ver por lo felices que están de sonreír cuando vengan a alegrarles la existencia a cambio de espejos de colores, ignorando que el fin último de tan generosa gesta no es nada más ni nada menos que el exterminio de la raza (porque ellos también son de la raza). La línea de llegada es, más tarde o más temprano, la misma para todos, y se hace difícil explicar que cueste tanto ponerse de acuerdo en los caminos a seguir, y que tanto odio termine por pisar las pisadas y borrar los caminos, pero sin embargo la caravana sigue adelante. Por qué será que les cuesta tanto creer ? Por qué se nos hace a nosotros tan fácil, se preguntarán. Y sabemos que nunca fue fácil, pero tampoco es cuestión de llevar la contra como estandarte y hacer del falso argumento un estilo de vida. Volvemos y machacamos entonces sobre lo antes dicho, la vida pasa por otro lado. Porque, aunque no se crea, hay otro lado, otro camino, otra Vereda. Elegimos así pararnos en ésta y no en la de enfrente. Caminarla, disfrutarla, vivirla y darla a conocer. Mirar a través de este cristal y no del que nos venden, porque de esa forma es más cierto. Porque de esa forma nos acercamos al Norte.


miércoles, 9 de mayo de 2012

Los juegos que ligamos

  
   “Podré tener miedo, pero la dignidad no se pierde…”. Pero tener miedo es perder la dignidad. Sentir temor por verse (en cualquier caso) en inferioridad de condiciones respecto de lo que amenaza es, justamente, caer. No perder la dignidad es la causa de arengar un cambio en oposición a la quietud, porque la quietud es no ser nada, es ser indigno... como un mueble en un rincón o un número en un legajo. Progresar por no moverse, prender fuego y no quemar nada, o quejarse redondamente sin atinar a acción reparadora alguna es como que te den una piña en la calle y pedir disculpas por cruzarse en el camino del puño ajeno. Así las cosas, venimos a disentir, y no porque nos inviten, sino porque disentir y no decir es también bajarse los pantalones y pedir que vayan mojando la toalla. Susceptibles, contrarios, en desacuerdo o mirándonos de reojo, todo suma siempre y cuando haya un atisbo de voluntad de progreso. Antagonizar sin razón o darse al papel de victima por el hecho del espectáculo mismo vale tanto como andar llorando por los rincones o menos que eso. Digamos que vale la mitad de nada, o nada (y aun así la mitad de nada es nada). Para alcanzar lo que se quiere hay que sudar la gota gorda, transpirar la camiseta, hacer un esfuerzo. Herencias, tradiciones, transmisiones, todo de arriba y nunca trabajar por ello y para ello. Palabras de colores, guirnaldas al cuello y arreglarse el maquillaje por ser como hay que ser si no hay mas remedio que ser. A la deriva en la alucineta nos perdemos en la niebla del recuerdo a jugar cartas marcadas esperando un puto full. Hoy todos somos (y vos camino a ello más que nadie) gente del pasado. Atrás quedarán los días del respeto, del regocijo en los nuevos encuentros. El conocimiento como arma ya no cuenta y jugar todo a ganador por una mera corazonada no nos seduce en lo más mínimo. Filosofía barata, zapatos de gamuza. Tu vestido acampanado y las copas desnudas. Los juegos que ligamos y alguna que otra yerba.